Cuando alguien ajeno a nuestro sector, entra por primera vez en un taller de mecanizado, una de las primeras preguntas que realiza es acerca de “ese líquido” que fluye dentro de las máquinas durante el proceso de arranque de viruta.
En este breve artículo trataremos de aclarar esa duda, arrojando algo de luz sobre lo crucial y crítico de esa lluvia que cae sobre la gran mayoría de piezas durante su mecanizado, ya sea en centro de mecanizado o en torno.
Cuando un pedazo de metal está siendo sometido a un proceso de mecanizado por arranque de viruta, tanto la herramienta, como el propio material, sufren un incremento brutal de temperatura por la fricción de los materiales. Por consiguiente, es preciso tanto refrigerar ambos, como proveer de lubricación para mejorar el rendimiento, al tiempo que evacuar la viruta y proteger a la propia máquina.
Existen diferentes tipos de lubricantes, entre los que cabe destacar, aceites puros, y aceites emulsionados con agua.
Los más comunes son los emulsionables, también conocidos como “taladrinas”, donde una base oleosa se mezcla con agua y una serie de aditivos emulgentes, dando como resultado un líquido blanquecino, baña todo el interior de la máquina, con especial énfasis en el binomio pieza-herramienta.
Seguidamente nos encontramos con los aceites puros, productos en base de aceites minerales no miscibles en agua.

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